UNIDAD CENTROAMERICANA

UNIDAD CENTROAMERICANA
El Art. 55 de la Cn. expresa que los fines de la educación son entre otros: "...conocer la realidad nacional e identificarse con los VALORES DE LA NACIONALIDAD salvadoreña, y propiciar la UNIDAD DEL PUEBLO CENTROAMERICANO..."

lunes, 15 de febrero de 2016

Obligaciones filiales

Moral práctica

Dr. David J. Guzmán
Probablemente, el pensamiento del Dr. Guzmán, parezca anticuado y hasta risible para nuestra civilizada sociedad del siglo XXI; sin embargo, hagamos un esfuerzo por leer sus palabras; tal vez encontremos el conocimiento que llevado a la práctica sea el antídoto que nos permita salvar nuestro mundo. [1]

La familia no solo es un conjunto de personas que viven reunidas por el azar de nacimiento, sino esa comunidad de almas, encargadas de hacer más perfecta y útil la vida del hogar. El padre se afana por mantenerlo próspero y atrayente; la madre cuida a cada instante de los pequeños, protege su debilidad e inocencia, les inculca los primeros rudimentos del saber, vigila su conducta más tarde, los lleva al templo para adorar a Dios e infundirles las verdades religiosas; los vela en sus enfermedades con el más solícito cuidado; les inculca lecciones de virtud, de dignidad, de justicia, de cordura y economía; los consuela en sus penas y los acompaña en sus goces; y más tarde, ya más entrados en la vida, coloca a los varones para que ganen su vida honradamente, y por el matrimonio eleva a las hijas al rango de matronas para que den lustre a la sociedad. ¡Cuánta debe ser, pues, la gratitud de los hijos hacia los autores de sus días por tantos desvelos y sacrificios hechos por ellos! En todas las circunstancias de la vida deben considerarlos como los seres más dignos y venerables, rodearlos de todas las consideraciones y respeto, prodigarles todos los cuidados y consuelos en los días de desgracia o enfermedad. La piedad ilustrada, esa que recuerda los dolores ajenos y reflexiona sobre la obra santa de hacer el bien, nos está diciendo, que los primeros en nuestro corazón y en nuestro espíritu deben ser nuestros padres; que debemos amarlos hasta el sacrificio, que debemos engrandecer sus obras y su nombre, y que su memoria, si brilla en la historia, debemos guardarla en el corazón como una dulce religión que hemos de trasmitir a los demás.

Un hijo bien educado no debe emprender nada sin consultar con sus padres, pues ellos, por las luces de la ciencia, por el conocimiento de los hombres y de las costumbres, por su experiencia, están en aptitud sobrada de velar por los intereses y felicidad de los hijos. Nuestro respeto y obediencia deben ser profundos y esta última no debe tener límites sino los señalados por la razón y la moral, pues la desobediencia, además de ser una falta grave, nos traerá tarde o temprano los más amargos remordimientos y los más grandes desengaños. Por la desobediencia desconocemos la autoridad paterna matando el amor y el cariño, establecemos la rebeldía que anula todo lo santo y bueno que debe existir en el hogar, damos entrada a la discordia que destroza la solidaridad y el amor entre los hermanos, dándoles pésimo ejemplo de deslealtad, aminorando ese celo que debe reinar en la familia para ayudarse mutuamente y para que el hogar represente ese seno de concordia, que es el alma de todas las buenas obras, la amplitud del amor y el deber.

Si el nombre, la persona o la memoria de nuestros padres son ya cosas tan sagradas y estimables ante las cuales debemos quemar incienso; en grado inferior, pero siempre digno y constante debemos tributar a nuestros mayores de la familia, a nuestros caros abuelos, esos primeros eslabones del árbol genealógico de la familia, nuestro respeto, amor y consideraciones. Tanto más, que la veneración se impone hacia esos seres que van bajando los últimos peldaños de la vida, hacia la noble y majestuosa vejez, esa que lleva cubierta la cabeza con los rizos blancos de los años, que vive más la vida de ultratumba que la de los demás mortales, y que nos revela un sentimiento natural e irresistible de respeto, algo de sagrado que nos inspira la idea de la inmortalidad.


[1] Cursivas personales