Moral práctica
Dr. David J. Guzmán
Para poder servirse de facultades tan ingentes como son las que se
refieren a la inteligencia, es necesario, primero, saber en que consisten
estas facultades para emplearlas en el decurso de la vida. Me limitaré, pues, a
pasarlas en breve revista, para no ensanchar mucho los límites de este trabajo.
1°.- La razón. Entre las facultades que más elevan al hombre, la razón es la verdadera
revelación de la verdad y de la sabiduría, puesto que es la que por un lado esclarece
y toca el destino humano, y por otro nos une al Ser Supremo. La razón es una
luz y no una fuerza; luz que ilumina el derrotero de las cosas humanas; fuerza
que ejecuta es la voluntad. Esa luz de la razón es la que se proyecta en los
senos de la conciencia para ordenar a ésta lo que es bueno y prohibirle lo malo,
y en esto consiste la naturaleza insuperable de la razón que, al alumbrar la
obscuridad en que puede estar la conciencia, destruye las sombras del error y
hace vivir grande e inmortal la verdad. De tal modo, que la razón viene a ser
la única guía que nos conduce al bien y a la virtud; y en el mundo de las ideas
el razonamiento es el don inapreciable del hombre para aclarar y resolver todos
los problemas que presenta el entendimiento.
2°.- La conciencia. La
conciencia viene a ser así como el santuario del alma. En ese templo invisible,
pero existente y eterno están los altares donde tan pronto se adora al bien,
como el mal, a lo justo, como a lo injusto. De las malas conciencias nacieron
los Nerones y los Calígulas, los Marat y toda la negra prosapia de los tiranos.
En el orden moral la buena conciencia es la que ha creado los grandes
benefactores de la humanidad, los mártires, los humildes servidores de la
caridad y de la beneficencia.
Por eso, si la conciencia es ese santuario sagrado en que se rinde culto
a la virtud y se estigmatiza el vicio, en él debe brillar como fulgente lámpara
la luz de la razón; en la educación de la juventud debe formar el capítulo por
excelencia como reguladora de las buenas acciones y como juez inexorable de las
malas inclinaciones.
3°.- Reflexión meditativa. Hay en el hombre dos naturalezas distintas que no obstante tienen
relación entre sí: las facultades intelectuales que tienden a la tierra, y las
que se elevan a las más sublimes verdades de la vida espiritual. Hay en nuestro
ser dos imperios: la muerte y la inmortalidad. El ser que tiene ideas
constituye un yo, lo mismo que el que tiene sentimientos posee otro yo, y ambos
componen un ser pensante e inmortal.
El hombre posee una facultad perceptiva que se sirve de órganos y que hemos
llamado sensorium;
por medio de aquella trasmitimos las sensaciones al cerebro las
que van a fotografiarse en ese interior, la conciencia. Por medio del
raciocinio el hombre recoge ideas, las compara, las pesa; por medio de la
voluntad ejecuta actos. Es esta conciencia voluntaria la que se llama reflexión, la
cual opera en silencio, hasta que la conciencia examinando los caracteres de
las cosas percibidas por los sentidos, nos da idea clara de su realidad; este
es el medio psicológico de realizar resoluciones que de otro modo no
existirían. En resumen, la reflexión es un acto interior de nuestra conciencia
que produce acciones.
El hombre vive del pensamiento, y para fundar sólidamente la deducción
rigurosa de las cosas humanas acude a la reflexión y alcanza la razón de ellas
a fuerza de razonamientos.
Por eso es necesario en nuestros colegios y escuelas implantar los
métodos de intuición, investigación y experimentación, por medio de los cuales
el alumno conoce las cosas, las analiza y las describe, desarrolla la facultad
razonadora, establece teorías y deduce hechos, y por inducción llega a las
soluciones, realiza hechos por medio de experimentos, comprueba fenómenos. En las
ciencias prácticas este es un método de esclarecimiento que solidifica las
hipótesis y establece la verdad científica.
4°.- La percepción. Es la facultad que, por medio de los sentidos, trasmite al cerebro las
impresiones del mundo exterior. Así, si tocamos un cuerpo caliente, esa
sensación va al cerebro por los nervios y nos da idea del calor; como si
tocamos una masa de nieve tendremos la impresión del frío. Por el intermedio de
los otros sentidos saboreamos todos los dones de la tierra, nos extasiamos en
la armonía de los sonidos y absorbemos el perfume de las flores, contemplamos
por las irradiaciones de la luz todos los espectáculos de la naturaleza. Esta
es la facultad preceptiva.
5.- La memoria. La
memoria es el almacén de la inteligencia y de la sabiduría, por ella recordamos las ideas, las grandes fechas
de la humanidad, las concepciones, juicios e imágenes que nos traen a la
memoria los hechos de la historia que nos hacen convivir con todos los hombres en
el curso de todos los siglos. Si es muy útil perfeccionar las percepciones de
los sentidos, muy bueno es también educar la memoria. El animal irracional
tiene memoria y voluntad, pero eso es en virtud de sus apetitos, de la ley
ineludible de la conservación. Pero el hombre recuerda, elije y aplica las
ideas al desarrollo de los sentimientos morales, de la piedad, del amor, del
progreso, de la virtud. Montaigne la llamó la nodriza de las ideas. La memoria tiene
a sus órdenes un agente poderoso que es la voluntad del alma, y cuando esta
voluntad se pone al servicio de la memoria y de la inteligencia, cría genios y
los héroes del valor, de la sabiduría, de la virtud en favor de la humanidad.
La inteligencia conoce; el alma revela y ama, y la memoria es la que nos
recuerda a Dios, el amor y la esperanza como una revelación de nuestro superior
destino.
La memoria se aumenta, ejercitándola, dijo Cicerón; y por eso el maestro
debe educarla en los alumnos haciéndoles aprender una y más veces trozos
pequeños y escogidos de literatura, de ciencia, de historia, infundiéndoles a
la vez el espíritu de verdad que contienen, los grandes acentos de la
inspiración, el entusiasmo por las grandes ideas y por los acontecimientos
notables. A pesar del sistema de Gall, la memoria es facultad que aún tiene
perplejo al mundo científico. Nadie ha podido fijar la parte del cerebro que la
hace trabajar. Especialistas en psicología han señalado hechos que constituyen
verdaderas rarezas de la memoria. Se admite que ésta trabaja mejor por la
mañana, cuando el cerebro está descansado, que por la noche.
Los fisiólogos confirman que la memoria se rebaja en los anémicos y
dispépticos, y que mejora con los estimulantes, favoreciendo en la masa
cerebral una circulación más intensa; algunas fiebres la disminuyen, y cítase
el caso de un médico distinguido que después de una fiebre pertinaz no
recordaba ni podía comprender la letra F. Un militar que en la guerra del
Transvaal perdió un pedazo de cerebro, de cuya lesión curó, no recordaba el
significado de los números 5 y 7. Cítanse casos numerosos de personas atacadas por
la viruela, pobres de memoria, que la mejoraron sorprendentemente después de la
enfermedad. Parece que las grandes emociones de la vida son un incentivo poderoso
para recordar. En el terror de un trance de muerte, por ejemplo, se ha visto
pasar todo el remoto pasado de la infancia, los recuerdos más insignificantes y
alejados, por la memoria, como si ésta acudiera a algún punto del cerebro donde
estuvieran almacenados.
La facultad recordativa en los animales es un hecho frecuente que
sorprende por la exactitud con que se verifica. Los perros de los mercados de
París aguardan en la puerta de los mataderos los tres días alternados de la
semana en que se beneficia el ganado, sin faltar un solo día.
6°.- Educación de la voluntad. Por la
educación de la voluntad formamos el carácter individual, sustentáculo poderoso
para dar base y vigor a nuestras acciones inspirándonos esa confianza para
obtener éxito en todas nuestras empresas.
En el mundo moral la voluntad presenta todo los grados de fuerza y
acción; nula en el autómata, se desborda en el intransigente. Es la verdadera
dinámica de la inteligencia que actúa una vez que la conciencia ya convencida, necesita
manifestarse por actos directos sobre el mundo exterior. De aquí se deduce que
educar la voluntad es uno de los actos más importantes de nuestra vida social y
moral. No se debe, pues, nulificar la voluntad ni bajo la dirección paternal,
ni menos bajo la acción educadora del maestro, es necesario dirigirla. De otro
modo, crearemos autómatas e ilotas en vez de ciudadanos, es degradar por la
fuerza o el temor las primeras intuiciones del niño, es destruir esa curiosidad
infantil que comienza por el placer que le causan las primeras sensaciones de
la vida, que más tarde serán nociones de virtud, de dignidad, de honor.
Cultivar esa preciosa función es el modo seguro de suprimir caprichos,
indolencias, almas débiles, la falta de dominio de sí mismo, grave obstáculo,
más tarde, en todos los actos de la vida moral y de la vida orgánica.
Libre el hombre, ilustrada su conciencia, sus actos están sometidos a la
voluntad consciente, y dirigidos hacia el bien por los impulsos de las leyes
morales y sociales que le separan de la influencia mórbida de los sentidos, de
las pasiones bajas, del vicio. Los malos hábitos, como la pereza, la
indolencia, los deseos desordenados encuentran campo abierto en voluntades
débiles, en almas sin carácter; y entonces todas las tentaciones que son los
pretextos del perezoso, son otras tantas caídas a las cuales no se resiste, sobre
todo, si la acción pecaminosa cae en el extenso círculo de los vicios. Resistir
las tentaciones, despreciarlas, es tener dominio de sí mismo; se dibuja
entonces la propia individualidad, ese poder de levantarse sin otro auxilio a la
condición de hombre fuerte que sabe poner freno a la vida tumultuosa y
dignificar los días de su existencia. Ese hombre así constituido dará carácter
y timbre de veracidad y confianza a su fisonomía moral arrastrando en su favor la
consideración y respeto de la sociedad. Insisto, pues, en que los maestros
infundan en sus educandos hábitos de orden, puntualidad, medida del tiempo,
división del trabajo en las obligaciones, constancia en repetirlas, para
acomodar nuestros actos a la reglamentación de las horas. Es decir, voluntad
persistente para regularizar todos los actos de nuestra vida; y todo sistema de enseñanza que olvide
el ejercicio de la voluntad
es un sistema antipedagógico que destruirá el molde típico del hombre social.
Formaremos así una generación de padres incapaces, de ciudadanos inútiles,
aniquilando los caracteres de la raza y todas las virtudes cívicas que
engendran el amor a la patria. Ya lo dijo Urbano Gohier: «la abolición de la
voluntad en los individuos vuelve a la nación cobarde y pasiva, presa de todos
los agentes de conquista y desmoralización.» La voluntad es una parte esencial
del mecanismo social: valor, prudencia, perseverancia, exactitud, ideas de
orden, probidad, supremacía de la virtud y del honor serían vanas palabras en
el mundo de la inteligencia y de la sociabilidad.
En ninguna parte se ve más patente la acción de la voluntad ejercitada
que en algunas imperiosas funciones de la vida orgánica. Así, por ejemplo, el
sueño es una función de la cual es muy difícil sustraerse. Fisiológicamente, cada
hombre debería dormir cuando quiere: y es fuera de duda que la costumbre ejerce
en este punto una marcada influencia. Napoleón, Gladstone y otros hombres
célebres habían llegado a cultivar esta facultad hasta el punto de poder dormir
tan pronto como tenían tiempo u oportunidad, en cualquier lugar y de cualquiera
manera. Se citan casos de individuos que pueden respirar a voluntad, según el
dominio que han alcanzado sobre el aparato de la nutrición cerebral. Tal es el
poder de la voluntad educada. Un
hombre sin voluntad es un fragmento inútil del complicado organismo social.
7°.- La imaginación es la
facultad de combinar, transformar y enaltecer, si es posible, las ideas que nos
han hecho percibir los sentidos, por el brillo de la inteligencia, por la fe
que inspira la verdad, por el entusiasmo que producen las grandes acciones, los
hechos providenciales suspendidos en las nieblas del misterio y coloreados por
una fantasía ardiente, por un deseo irresistible de ser útil, de realizar esfuerzos
supremos. Así fue como el gran Colón, a pesar de todos los abismos del Océano y
de las resistencias de la ignorancia, se forjó en la imaginación, por sus
conocimientos náuticos y geográficos la existencia de un nuevo Continente y
para gloria y bienestar de la humanidad surgió la América, el 12 de octubre de
1492.
8°.- Entendimiento. Es la facultad de juzgar y raciocinar. Por el juicio se afirma la
verdad o inexactitud de las ideas; si los sentidos no engañan al apreciar las
sensaciones podrá el entendimiento dictar un juicio. Por el raciocinio se
deduce una idea de otra. Si sembramos una semilla en buen terreno, sabemos que
se producirá una planta con tronco, ramas, flores y frutos; la semilla, pues,
es la productora de frutos.
El raciocinio puede generalizarse de una idea particular a otra general.
Si tomamos un pedazo de hierro, sentimos en el acto su dureza y su peso, y si a
nuestro alcance están otros iguales, nos formamos la idea de la dureza y de la
pesantez. De modo que en el raciocinio preside, como elemento, el análisis, que
es el que confirma la relación que une dos proposiciones, colocando entre ellas
otra intermedia que nos sirve para buscar el fin que nos proponemos. El
raciocinio es así una gimnástica intelectual que ensancha nuestra inteligencia
y nos capacita para llenar todos los actos de la vida.
Las facultades intelectuales se auxilian unas a otras; pero los grados
de energía son diferentes en ellas. Así, la percepción es la primera que nace
en los primeros días de la vida; después, sigue la memoria; la imaginación
adquiere pujanza en la edad viril, cuando los años y el estudio han acumulado
un arsenal de ideas y de hechos, y entonces entra a reinar en toda su plenitud
el entendimiento. Parece, pues, muy racional que en la enseñanza tengan los
maestros muy presente el desarrollo gradual y constante de cada una de estas
facultades, sin exagerar la esfera de acción de cada una de ellas, cultivando
armónicamente sus diferentes modalidades, presentando al alumno las ideas, los
objetos enlazados de manera simple y comprensible, variando en cada facultad el
método para obtener de cada una de ellas todo lo que exige la ciencia y aconsejan
los principios de una pedagogía racional.
La ciencia y el arte poseen elementos numerosos y útiles para educar la
inteligencia y desarrollar las demás facultades.
Pero es necesario, al enseñar, tener presente la edad del alumno, su
desarrollo mental, su carácter, su constitución, pues de otro modo sería forzar
su naturaleza, su desarrollo orgánico. En el niño debe comenzarse por la enseñanza
objetiva, después se generalizan los conocimientos, a medida que la
inteligencia y la memoria vayan asimilando ideas, y esta es la natural
graduación de una enseñanza positiva. «Proceder así, dice Galindo, no es más que
imitar a la naturaleza: los niños en esa edad primera, agitados de curiosidad
incesante, se entretienen en verlo todo, en examinarlo todo y es verdaderamente
admirable el número de percepciones con que diariamente enriquecen su inteligencia.
Así llegamos a conocer las principales propiedades de los cuerpos antes de que
se nos enseñen en los cursos de Física; así descubrimos los axiomas de la
Geometría; así, en fin, acumulamos en nuestro pensamiento incontables verdades
de todas las ciencias, sin darnos cuenta de ello.»
Se deduce de esto, que todo buen sistema de enseñanza debe tender a que
el alumno comprenda y aplique lo que se le enseñe. A la teoría debe seguir la
prueba por la experimentación, y este es el modo didáctico de hacer de nuestros
alumnos hombres prácticos y emprendedores.
Los párrafos
anteriormente compartidos deberían ser motivo de profunda reflexión por los
distintos actores del sistema educativo nacional (MINED El Salvador). Seguiré
compartiendo la obra del Dr. David J. Guzmán, como lo manifesté; en lo
personal, creo que es una joya de la literatura, de ahí que padres de familia, docentes,
alumnos e incluso equipos técnicos del Ministerio, podemos encontrar en las
letras del Dr. Guzmán un valioso recurso que llevado a la reflexión con
nuestros estudiantes, podría coadyuvar con los esfuerzos que se realizan por
mejorar la calidad del sistema educativo. [i]