Moral práctica
Dr. David J. Guzmán
La institución del matrimonio procede de nuestra naturaleza, la ley civil lo
perfecciona y la religión lo santifica.
De esa tendencia de los seres humanos a amarse y unirse por libre y
voluntario consentimiento y por la fe que se profesan, el matrimonio arranca
desde la más remota antigüedad. Escrito está en el Génesis: «Id, creced y
multiplicaos.»
No es bajo el concepto de contrato civil que voy a tratar este tema,
sino considerándolo como institución que da origen a la familia, base fundamental
del estado social y político de las naciones, refiriéndolo a las condiciones
físicas y morales que se requieren para hacer próspera, feliz y digna la vida
matrimonial.
Matrimonio por amor. Cuando
el amor es esa pasión pura que consagra por la ternura la unión conyugal y
espiritualiza la más ardiente de las pasiones, se establece entonces en las
almas una eternal parentela que fortifica la constancia, purifica los deseos,
ennoblece la virtud y casi santifica el amor. Por eso el gran Lamartine dijo,
que el amor era una de las manifestaciones más grandes de nuestra naturaleza; y
cuando ese sentimiento era encendido por la belleza, excusado por la debilidad,
expiado por la desgracia, transformado por el arrepentimiento y santificado por
la religión, ese amor se confunde con la virtud.
Envilecida la mujer en el Oriente, desde remotos tiempos, Roma la
levantó dándole el título de matrona que expresa la severa grandeza de la
esposa romana; bajo la influencia de la idea cristiana se creó en el corazón la
ternura espiritualista, y fue Cristo el que emancipó y abrió a la mujer la vida
del sentimiento de una vida superior e in mortal, y al infundirla el amor a
Dios, la hizo partícipe del amor puro hacia el hombre, que es el ideal del
matrimonio.
El amor existe en todas las almas superiores que tienden hacia la unión
de los corazones íntimamente unidos y completándose el uno por el otro. Ante
esta unión nada prevalece: ni embates de la desgracia, ni los reveses de la
fortuna, ni los rigores del tiempo, porque si bien desaparece la belleza del
cuerpo, pero subsiste la belleza al alma, el noble afecto del corazón, el amor
a la descendencia.
¿Se quiere que este amor sincero produzca una unión perfecta? Pues bien,
asociad, en todo lo posible y desde el primer día, a vuestra compañera, a todos
vuestros planes y empresas; ligad vuestras ideas con las de ella; infundid su
aliento en todas vuestras agitaciones; enlazad todas las simpatías; estrechad
todos los lazos e intimidades; haced comunes todas las alegrías, todas las
penas, todos los dolores, porque sólo de ese modo se sanciona y se perpetúa el
amor en el seno del matrimonio.
Deberes entre
esposos. En el orden moral y social actual (al
momento en que fue escrito por el Dr. Guzmán), no es posible invocar en
favor de la mujer su plena emancipación y discernirle la igualdad en el
matrimonio, que según los legisladores y moralistas vendría a desquiciar el
orden económico y social de la familia, a quebrantar los lazos de la unión
conyugal, a comprometer el porvenir de los hijos, a pervertir las costumbres,
estigmas más fatales que la sujeción.
La filosofía y los principios han establecido las bases sobre que debe
descansar el vínculo matrimonial. En primer término la unidad de la dirección en
la familia: la autoridad.
Según esto, la autoridad marital no es un beneficio del que la ejerce, sino del
que la recibe. No está considerada como un derecho, sino como un deber, y solo se legitima siendo justa y saludable
y ejerciéndose dentro de sus racionales límites. Tratándose de los
miembros del hogar es deber común entre esposos establecer la armonía,
considerarse y dignificarse mutuamente y a los que los rodean, esparcir en su
torno ese aliento vital de la virtud, del estímulo, del trabajo, de alentarse entre
sí para llevar con serenidad las penalidades de la vida, de trabajar sin
descanso por alcanzar un bienestar, para darle brillo al hogar y esparcir
después las buenas obras en la sociedad y merecer el aprecio y consideración de
los asociados, de cuidar y atender desde la cuna la educación de los hijos y
procurar el bienestar de las personas que nos rodean.