Moral práctica
Dr. David J. Guzmán
Así como el amor es el lazo de unión de los corazones, así la
fraternidad humana es la alianza de todas las almas. El amor universal vive en
el seno de esa amada madre, la naturaleza, que todos los días da a sus
hijos el ósculo de paz. Al aparecer el alba el sol brillante envía sus rayos a
todos los senos del planeta e invita a todos los seres de la creación que
crujan el espacio en busca de vida y amor. Y en ese festín de la naturaleza el
amor alza la copa de la fraternidad y llama a todos los seres a saborear el
néctar de la vida y a derramar los raudales de la ternura y la simpatía.
Esto pasa en el gran teatro de la naturaleza, pero en el mundo social de
los hombres, esa paz y armonía no existe entre ellos. El hombre, animal
privilegiado, que destruye para vivir, se halla dotado de una gran fuerza, la
inteligencia, espada de dos filos que ciega existencias por todos lados
cubriendo el planeta con el despojo de los pueblos, con la ruina de las ciudades,
con el furor de guerras inicuas, con toda clase de horrores.
Pero si esto es verdad, la mirada de los pensadores, de los filántropos,
de los apóstoles de caridad, va penetrando en los abismos de la vida,
confortando los resortes del progreso, y la voz de la filosofía va lanzando sus
rayos de luz hacia los oprimidos, dirige sus imprecaciones sobre los ambiciosos
de la tierra, levanta la frente del justo, alza al humilde, aniquila la
discordia, ilumina la justicia, hace triunfar la virtud, y aconseja a todos los
hombres a vivir como hermanos, a formar del universo una sola familia y a
extender la felicidad por todos los ámbitos del mudo. Las razas se unifican;
los Estados se federan; los pueblos buscan a otros pueblos por la identidad de
la lengua, de las costumbres, de los comunes intereses; y la actual civilización
a pesar de sus caídas y de sus errores presenta ya una vasta y halagüeña
atracción de pueblos, para ir acercando a las naciones y formar esos núcleos
potentes que ensanchan los horizontes del progreso y proveen a su propia
seguridad e independencia.
La civilización, pues, tiende a internacionalizarse. Las ciencias, el pensamiento, el arte no conocen fronteras; los genios nacen en todos los senos del planeta, no reconocen supremacía de lenguas ni de razas. La humanidad se eleva triunfalmente sobre las diferencias nacionales. El dominio de las artes, las exigencias sociales y económicas derrumban las fronteras de los pueblos vecinos, aunque sean rivales; los descubrimientos del uno, como el oro del otro, pasan en una corriente irresistible a los cerebros y a las cajas de amigos y enemigos; es decir, ideas, sentimientos e intereses crean la corriente del internacionalismo, los cimientos de la fraternidad humana.
La civilización, pues, tiende a internacionalizarse. Las ciencias, el pensamiento, el arte no conocen fronteras; los genios nacen en todos los senos del planeta, no reconocen supremacía de lenguas ni de razas. La humanidad se eleva triunfalmente sobre las diferencias nacionales. El dominio de las artes, las exigencias sociales y económicas derrumban las fronteras de los pueblos vecinos, aunque sean rivales; los descubrimientos del uno, como el oro del otro, pasan en una corriente irresistible a los cerebros y a las cajas de amigos y enemigos; es decir, ideas, sentimientos e intereses crean la corriente del internacionalismo, los cimientos de la fraternidad humana.
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